LAZERTOPIA´s Greatest Hits

Un compiladito armado por EDU de uno de los Blogs más limados de la web...

Tuesday, January 02, 2007

Me hice amigo de Zidane

¿Cómo se supone que debe reaccionar un pingüino cuando pide vino de la casa en una parrilla y el mozo le trae esto de acá a la izquierda?

Según mi amigo Edgar Vichicome, un pingüino debería sentirse honrado. Dice Edgar que se trata de un homenaje, que “puesta a seleccionar una forma donde depositar el más grato contenido, la humanidad se decanta por la estoica y armónica figura del pingüino”. Pero… Edgar no es un pingüino y además ya está mamado –lo hice esperar un rato y no perdió el tiempo- por lo que sus argumentos, aunque bellamente expuestos, me parece a mí, carecen de cimientos sólidos. Me tomo el primer vaso dándole vueltas al asunto. “…la estoica y armónica figura del pingüino”. Me tomo otro vaso y empiezo a pensar que… que esa pancita… esa pancita tiene poco de armónica… yo diría que es más bien una pancita… pelotuda. Con el tercer vaso me centro en las alitas. Esas dos… mierditas de alas patéticas… Cuando me sirvo el cuarto vaso Edgar se queja.

- Che, dejame algo.

Pero yo ya no escucho, estoy loco, ciego de furia, herido en lo más profundo de mi pingüinidad. Me paro alzando la jarra con el ala izquierda y grito para que me escuche toda la concurrencia.

- ¿Essstoico essste pingüino? Essste pingüino, essste pingüino no es essstoico, essste pingüino es un forro solícito servicial chupamedias cuya única aspiración en la vida es servirle vino a la especie que empetrola a sus crías (sin ofender).

Jarra en mano encaro para la barra, gritando que quiero hablar con el dueño. El mozo sale a cortarme el paso.

- ¡Guarda que estudió con Brus Li!-, me avisa el Polaco Kipowsky, un ex compañero de la secundaria que, casualmente, se está comiendo un morcipán en una mesa de por ahí.

El mozo patea buscando mi sien. Me agacho y le meto un recto de ala derecha que lo hace volar por arriba del mostrador y aterrizar sobre el parrillero. Salto, yo también, el mostrador, porque quiero llegar a la cocina donde intuyo la presencia del dueño. El parrillero se reincorpora y se me viene encima blandiendo una cuchilla; debe pesar unos doscientos kilos, tiene puesto un delantal blanco lleno de manchas de sangre y exuda un Ki asesino más grande que su buzarda. Lo dejo acercarse hasta el último momento en que, con un ágil quiebre de cintura, me aparto de su camino. El gordo se estrella contra la parrilla y yo, ni lento ni perezoso, aprovecho para hundirle la cara entre las mollejas y lo sostengo así hasta que deja de gritar y se desmaya.
En la cocina flota un vapor blanco que no me deja ver nada. De repente, el vapor comienza a diluirse y, en el fondo, se dibuja una silueta. El dueño. Mide unos dos metros, tiene tatuajes tumberos por todo el cuerpo, un ojo blanco y una cicatriz que va desde atrás de la oreja derecha hasta el nacimiento del cuello. Avanza hacia mí, en silencio. Se detiene a distancia de dos baldosas. Me clava el ojo bueno.

- ¿Me buscaba?-, dice, y en la boca se le forma una sonrisita sobradora.

Levanto la jarra que todavía llevo bajo el ala izquierda. La pongo a la altura de su mirada y digo:

- Esto… esto no es un homenaje.

El dueño dirige el ojo bueno hacia la jarra. ¡Ja! Así te quería agarrar. Aprovecho la distracción y con un movimiento preciso le meto un picotazo impecable, certero, profundo, en medio del escroto.

Cuando llego a casa está sonando el teléfono. Es Zidane, me dice que el Polaco Kipowsky le contó lo del picotazo y que llama para felicitarme. Yo me pongo a pensar de dónde se conocerán Zidane y el Polaco, pero el francés sigue hablando y dice que el mundo necesita más gente como yo y como él, que no deje pisotear su honor, ni en una parrilla, ni en la final del mundial ni en ningún lado… y me emociono y me olvido de la conexión Kipowsky.
Pegamos onda con el franchute; buen tipo. Cuando venga para acá lo voy a llevar a una parrilla.


Y ahora, para compensar tanta violencia e incomprensión, los dejo con otro grande como Zizou: un tipo que sabe respetar y ponerse en la piel de todo el mundo, sean pingüinos, conejos, gatos o señores que traducen los nombres de las películas. Amigos, amigas… este es Liniers y sus Cosas que te pasan si estás vivo.


Disfruten...

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